Hay cosas que desearías no haber conocido nunca. Por ejemplo, que en Estados Unidos existen «programas educativos» (por llamarlos de alguna forma) que consisten en hacer que un niño aprenda a someter a un cordero, dándole de comer para ganarse su confianza, para posteriormente poder ponerle un ronzal, conducirle con una cuerda igual que a un caballo con su brida, y hacer que se pare junto a él sujetándole por la cabeza. Todo esto con el fin de presentarlo en una exhibición y que sea elegido para subasta, es decir, vendido a ganaderos que lo enviarán al matadero. Supuestamente esta es una actividad muy divertida que enseña a desarrollar en los niños la ética laboral, la paciencia y muchas otras habilidades. Al menos esto es lo que se afirma en una reveladora presentación en diapositivas sobre este asunto de «entrenar corderos para exhibición». Me lo tengo bien merecido por investigar las cosas que me voy encontrando en las redes sociales. Creo que esta fotografía que reproduzco a continuación se acabará haciendo viral. Me topé con ella en la página de Facebook de Earthling Ed, pero ya había estado dando unas cuantas vueltas. Al principio me indignó bastante. La compartí en mi muro asegurando que me dolían los ojos y me dolía el alma. La verdad es que aún me duelen. No entiendo cómo esto puede ser aún posible en pleno siglo XXI. Pero también es verdad que aquí tenemos a muchos toreros educando igualmente a sus hijos en el especismo, diciéndoles que atravesar a un toro con un estoque para que se ahogue en su propia sangre es arte, así que no hace falta que me vaya muy lejos si quiero indignarme. La fotografía a la que me refiero iba acompañada de un texto escrito por la madre del niño que me he ocupado de traducir más abajo. Como aclaración, decir que el 4-H es, según la Wikipedia: «una organización juvenil de Estados Unidos, administrada por el Departamento Estadounidense de Agricultura. Las cuatro H se refieren a Head, Heart, Hands, and Health (Cabeza —entendimiento—, Corazón, Manos y Salud). […] El objetivo del 4-H ha sido la idea de promover un aprendizaje eminentemente práctico, que surge del deseo de conectar la enseñanza pública con la vida rural.» La verdad es que después de leer dicho texto, yo me pregunto si esto del 4-H no será una secta destructiva, así del estilo de la los Davidianos. Ah, no, que los sectarios somos nosotros, los veganos, esos extremistas que se empeñan en extender el amor y el respeto a individuos de otras especies… «Esta foto fue tomada en un inocente y puro momento de nuestro hijo. Cuando pienso en lo que aprendí de mi hijo de ocho años la semana pasada, la palabra "orgullo" ni siquiera se acerca. En marzo decidió que quería hacer el Proyecto Cordero Market en su primer año en 4-H. Nos aseguramos de que comprendía que el resultado final sería probablemente que uno de sus corderos estaría a la venta en la Feria, cumpliendo su objetivo como animal Market. Se puso con la tarea que tenía ante él. Sabía que acabaría apegado a los dos corderos, a quienes llamó Pork (Cerdo) y Beans (Alubias), y sabía dónde acabaría probablemente uno de ellos. Nos sorprendió con su perseverancia cuando llegó la hora de levantarse temprano para alimentarlos antes del colegio y acostarse tarde por las noches, cuidando a uno de ellos enfermo con neumonía. Los trabajó todos los días. Les enseñó a guiar (1) y detenerse (2). Midió y pesó la comida y los suplementos y también se aseguró de que tuvieran agua fresca en todo momento. Lo solía sorprender abrazándolos y dándoles cariño cuando tenía un rato de tranquilidad. No había duda de que los amaba. En la feria podríamos decir que estaba muy orgulloso de sus proyectos terminados. Se enfrentó a sus miedos y entró al ring de la exhibición con su cabeza bien alta, y dio todo lo que tenía. Construyó una hermosa relación con Pork y Beans. Como madre, mi corazón estaba tan lleno y sentía tanta admiración por mi chico. Miré a su padre, radiante de orgullo por su hijo. Llegó el día de la subasta y averiguamos que Beans había pasado el corte. Beans y nuestro chico posaron para una fotografía para sus potenciales compradores delante del fondo de Douglas County, entonces su número de subasta fue pintado en el lomo de Beans. En este punto, las lágrimas comenzaron a rodar por la cara de mi hijo. Lo abracé y lo besé en la frente. Pero él todavía estaba pendiente de lo que estaba por venir. Aquella noche, lo vimos guiarla con orgullo por el ruedo de la subasta y venderla por una cantidad mucho mayor de lo que cualquiera de nosotros esperaba. Lo increíble de las subastas 4-H es que los compradores no pagan solo lo que vale el animal, sino que sobrepasan con creces el valor de mercado porque ellos creen en el trabajo duro de nuestros hijos y quieren invertir en ellos. Él dejó el ruedo de subastas en una nube y muy animado para el año que viene. Llegó el domingo y sabíamos que iba a ser un día duro. Beans tenía un color pintado en el lomo que indicaba en qué camión iba a ser cargada. Llegó el momento de sacarla del corral y llevarla en esa dirección. Mi corazón dolía al ver a mi hijo despedirse de su compañera. Por mucho que lo intenté no pude evitar que las lágrimas corrieran por mi rostro. Mi chico le dio muchos abrazos y la rascó repetidamente. Su padre, conteniendo sus propias lágrimas, preguntó si nuestro hijo lo necesitaba para llevar a Beans al remolque, pero nuestro dulce y valiente hijo insistió en hacerlo él mismo. El establo estaba lleno de niños y padres que estaban pasando por lo mismo. Qué cosa tan bonita. Estos animales están destinados al mercado. Qué increíble que caigan en manos de niños que los quieren y les dan el mejor cuidado mientras están en esta tierra. Me encontré en un lugar extraño. Quería arreglar la tristeza de mi hijo, pero al mismo tiempo sabía lo importante que era seguir hasta el final con TODO el proyecto 4-H. Desde el comienzo hasta el fin. Y aunque fue duro, teníamos que permitirle tener esta experiencia. Sollozando, cargó a Beans en el camión y llevó el ronzal de vuelta al establo de las ovejas donde otros miembros del 4-H le abrazaron repetidas veces, enjugando sus propias lágrimas porque tenían que decir adiós a sus compañeros. Y después de pasar por todo esto, él nos dio las gracias por permitirle tener esta experiencia. Mi hijo es mi héroe. Es más grande de lo que nunca pensé. Mi hijo corrió la carrera y la finalizó con independencia de sus sentimientos y emociones. Amaba a su cordero, pero sabía qué era lo importante. Crió un gran producto con sangre, sudor y lágrimas, y completó su proyecto. Nunca pidió quedársela. Nunca intentó abandonar. Lo dio todo y triunfó. Somos una familia que adora comer carne y él quería contribuir a ello a su manera criando un animal Market. Nunca olvidará a Beans pero está dispuesto a hacerlo todo otra vez el próximo año. Sobre esto va 4-H. ¡Qué niños tan extraordinarios!» (1) Del inglés "to lead": dirigir con una cuerda. (2) Del inglés "to brace": quedarse quieto en lugar de empujar como suelen hacer los corderos. El texto parece sacado de una novela distópica, sin nada que envidiar a la famosa obra de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Su adaptación cinematográfica, Blade Runner, es probablemente más conocida, pero se aleja bastante del trasfondo crítico de la novela). La diferencia entre ese futuro distópico y nuestra realidad actual es que de momento las ovejas que tenemos en la Tierra son aún seres sintientes, no máquinas, pero eso es lo de menos, porque no parece que queramos dejar de tratarlas como cosas. Ni a ellas ni a los millones de animales no humanos que explotamos y asesinamos todos los días según nuestra conveniencia. El texto es desgarrador, y la foto habla por sí sola. Apenas tengo palabras para definir lo que me transmite, pero ambos son un claro reflejo del adoctrinamiento en el especismo que todos nosotros, sin excepción, recibimos desde la infancia. Seguro que muchos de nosotros tuvimos de niños una tortuguita o un pato que cuidamos con todo el cariño del mundo y cuando murieron no faltó el mensaje inapropiado de que no importaba, que no llorásemos, «es solo un animal». Por ejemplo, recuerdo las amargas lágrimas de mi hermano con unos tres años de edad, cuando descubrió que el gorrión que habíamos recogido de la calle había muerto y estaba tieso en una maceta de la terraza. Rompió a llorar cuando fue a tocarlo con un dedo y cayó en la tierra mientras todos los demás en la familia nos reíamos de su reacción. Y, sin embargo, eso no es nada comparado con la «experiencia» por la que estos padres obligaron a pasar a su hijo: criar a un cordero, «con sangre, sudor y lágrimas», para luego llevarlo a una subasta de ganado, ponerle un número como se hacía con los esclavos negros o los judíos en los campos de concentración, y desprenderte de él, para que sea asesinado y descuartizado en un matadero. Pocas cosas se me ocurren que sean más crueles que eso. Y no me cabe en la cabeza que unos padres puedan sentirse orgullosos de que su hijo sea capaz de hacerlo «hasta el final». ¿Qué le están enseñando estos padres en realidad? Que ni el amor ni la amistad son valiosos en nuestro mundo. Que está bien criar a un animal, darle tus cuidados y tu cariño, cubrir sus necesidades, hacer que confíe en ti, para después traicionarle y enviarle a la muerte. Le enseñan a pensar en corderos como cosas que utilizas para engordar y asesinar, algo totalmente innecesario en el mundo en el que vivimos. Le enseñan a normalizar la violencia y a suprimir sus sentimientos, haciéndole creer que está haciendo lo correcto. Lo que más me llama la atención desde mi mente vegana es el bienestarismo reflejado en frases como «qué increíble que caigan en manos de niños que los quieren y les dan el mejor cuidado mientras están en esta tierra», como si eso fuera un regalo del cielo para el pobre cordero que va a ser degollado igualmente. En realidad suena bastante macabro. Pero, sobre todo, me escandaliza la terrible cosificación más que evidente en el escrito, como cuando la madre afirma que su hijo «estaba muy orgulloso de sus proyectos terminados». El último párrafo es especialmente relevador. Nunca antes había visto tal enaltecimiento del especismo y el antropocentrismo. El mensaje subyacente parece ser: «Nosotros los humanos somos lo realmente importante, nosotros y nuestro deseo insaciable de demostrar nuestra supremacía sobre el resto de especies, de dejar claro que nuestro paladar está por encima del derecho a vivir de cualquier otra criatura distinta a la humana. Muy bien, hijo mío, por tu capacidad de suprimir la empatía natural con la que naciste, ¿para qué tener sentimientos por un pobre animalito destinado a servirnos de alimento porque así nosotros lo hemos decidido?» Es realmente diabólico. Es un síntoma de la grave enfermedad que padece gran parte de la humanidad: la falta de empatía, la falta de valores morales, la falta de respeto hacia la vida de otros animales. Me produce escalofríos. ¿Qué futuro podemos esperar si educamos a nuestros niños de esta forma? ¿Cómo es posible que lo raro y «extremista» sea transmitir a los niños la idea de que podemos y debemos vivir respetando a todos los animales no humanos?
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«El veganismo es en verdad la afirmación de que en donde haya amor la explotación debe desaparecer.»
- Leslie Cross, vicepresidente de la Vegan Society, 1951. Autora
Veterinaria y vegana. Una difícil combinación en los tiempos que corren. Libro
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