Hoy voy a hablar de cómo fue mi transición al veganismo. He utilizado este título tan extraño porque según mi experiencia hacerte vegano consiste básicamente en una desprogramación mental, es decir, abandonar todas esas creencias que la sociedad nos ha impuesto desde pequeños y crear una nueva forma de pensar y de actuar en consecuencia. Yo creí que me había hecho vegana hace casi dos años, pero no, en realidad sigo haciéndome vegana día tras día. Los muros que hay que derribar son macizos y más numerosos de lo que parece a simple vista. Corría agosto de 2016 cuando escribí mi primera entrada sobre veganismo en mi blog literario, ahora convertida en la primera entrada de este blog. No sabría decir el día exacto, pero sí sé que cuando escribí ese artículo hacía unos cuatro meses desde que había decidido hacerme vegana. Lo sé porque todo coincidió con una caída que sufrí patinando. Mi hombro y rodilla izquierdos salieron bastante perjudicados y tuve que buscar ejercicios de rehabilitación para hacer en casa. Me sentí como una señora mayor. Algo hizo clic en mi cabeza y me dije a mí misma que tenía que abandonar definitivamente todas las excusas que me impedían ser quien yo quería ser. Eso abarcaba varios ámbitos. Para mejorar mi condición física me propuse alternar rutinas de yoga y fitness seis días por semana. Por otra parte, para ser más coherente con mis pensamientos, di el paso del vegetarianismo al veganismo, algo que llevaba queriendo tiempo hacer. No he parado desde entonces y creo que es una de las mejores decisiones que he tomado nunca.
Pero, ¿cómo empezó todo esto? ¿Dónde comenzó mi desprogramación? Para entenderlo mejor, he dividido el proceso en varias fases:
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Hoy mismo me llegaba un artículo reciente de El País escrito por dos veterinarios relacionados con el mundo del toro que me ha dado vergüenza ajena. La tauromaquia es uno de esos temas que me desgarran por dentro, literalmente. Mi instinto me dice que huya. Sufro demasiado con estas cosas. Pero la madurez me ha hecho ver que huir no es la solución. Hay que luchar. Siempre, aunque uno esté muriendo. Los cambios nunca son fáciles, pero por algún sitio hay que empezar. Ese artículo no se va a librar de una buena disección. Pero de momento, dejo mi otro antecedente en el veganismo: mi opinión sobre la muerte de uno de esos toros criados solo con una finalidad, la de saciar la sed de violencia de algunos seres humanos. 15-7-2016
Normalmente no hablo de estos temas, porque no tengo ganas de meterme en berenjenales. Una ya tiene una edad y prefiero tomarme las cosas con calma. Pero esta vez voy a hacer una excepción y voy a contar lo que pienso sobre la que se ha montado con respecto a la muerte de un torero. Eso sí, voy a desactivar los comentarios porque no me apetece discutir con nadie. Si eres lo suficientemente curioso y te has leído las entradas más antiguas de mi blog, te habrás dado cuenta de que soy vegetariana. Bueno, ya no, ahora soy vegana. En mi casa aún entra algún derivado lácteo, porque mi novio es vegetariano y aún no se ha decidido a dar el paso al veganismo. No le puedo culpar. Él decidió dejar de tomar carne hace algo menos de un año y por razones de salud, no como yo, que voy mucho más allá. Él tiene la suerte de que ahora la oferta vegetariana y vegana en nuestra ciudad es mucho más amplia de lo que era allá por los años 90, cuando yo decidí que no iba a tomar más carne y me fui a un Mc.Donald’s cien por cien segura de que aquella iba a ser la última hamburguesa (cárnica) de mi vida. Lo he cumplido. Pero por un tiempo cometí el error que cometen muchos vegetarianos principiantes. En aquella época había mucha menos información que ahora, no existía internet, nadie sabía lo que era el seitán y la soja sonaba a algo chino. Las leches vegetales tampoco existían o te costaban un riñón. Como consecuencia mi dieta no era todo lo sana que debería. Con el tiempo he ido aprendiendo y mi novio, que aun siendo carnívoro comía más fruta que yo, fue una gran ayuda para llegar a donde estamos ahora. En cuanto he averiguado cómo sustituir huevos y algún que otro alimento de origen animal en lo que como, y en cuanto se me han ido todos los miedos sobre el peligro de sufrir ciertas deficiencias vitamínicas, por fin pude dar el paso definitivo. Y por mi parte ojalá lo hubiera hecho antes... Hoy estreno blog, pero no es la primera vez que escribo sobre veganismo. Mientras pensaba en cuál sería la mejor forma de inaugurar Vet y Vegan, me di cuenta de que, sin saberlo, ya había comenzado este proyecto hace poco más de un año. Y además ya había creado el mejor lema para él. Las cosas llevan su tiempo. Pero cuando el momento llega, llega de verdad. Allá vamos. Esta es mi tarjeta de presentación. 2 de agosto de 2016.
No se asuste el lector, que de momento no pienso convertir este blog literario en un blog vegano, para eso ya están otros que lo hacen mejor que yo. Pero como además de ser un blog literario también es un blog personal, y ahora mismo estoy que ardo con este tema, pues me apetece hablar de ello. Aunque la verdad es que el lector no debería asustarse de lo que yo haga o deje de hacer, sino de lo que supone tener un filetito de ternera en su plato o ir al Foster Hollywood’s a comer unas ricas costillitas... Advierto que las palabras que vienen a continuación pueden herir vuestra sensibilidad. Si queréis seguir viviendo engañados, consciente o inconscientemente, dejad de leer. AHORA. Resulta que poco a poco los restaurantes veganos van esparciéndose lentamente por Madrid. Más lentamente de lo que a mí me gustaría, pero mejor Madrid que cualquier lugar fuera de sus fronteras, donde ya se hace totalmente imposible comer para un vegano a no ser que te lleves el tupper de casa. El otro día estuve en Rayén Vegano para desayunar (las tortitas están para morirse, en serio) y cuando fui al baño me encontré un par de folletos que me llevé a casa para estudiar. Un poco a regañadientes, es cierto, pero convencida de que debía hacerlo, para así tener cada día más y más argumentos con los que defenderme. |
«El veganismo es en verdad la afirmación de que en donde haya amor la explotación debe desaparecer.»
- Leslie Cross, vicepresidente de la Vegan Society, 1951. Autora
Veterinaria y vegana. Una difícil combinación en los tiempos que corren. Libro
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