Estos días ha estado circulando una imagen en redes sociales que ha levantado bastante polémica y que una vez más ha puesto de manifiesto la triste realidad del movimiento animalista. Supuestos «veganos» que no soportan la más mínima crítica y que ni siquiera comprenden el verdadero significado de la palabra «veganismo», piden aplausos para los veterinarios clínicos, y cuando alguien les hace ver que esa idílica imagen dista mucho de la realidad, se ofenden y muestran su falta de argumentos y capacidad de reflexión. No sé si estos días de confinamiento me hacen ser más pesimista de lo que normalmente soy, pero es cierto: me es muy difícil mantener la esperanza en un futuro que se me antoja bastante crudo tanto para el veganismo como para la profesión veterinaria. La imagen en cuestión es la siguiente:
Comentarios
Escribo esto movida por la desesperación y el cansancio. Todos los días de mi vida tengo que estar repitiendo lo mismo en algún grupo de Facebook donde surge el debate de si la comida vegana es apta para perros y gatos. Incomprensiblemente gente que se autodenomina «vegana» no ha comprendido aún la esencia del veganismo: evitar en lo posible la explotación y muerte de los animales no humanos. Este principio moral básico en la mente de todo vegano desaparece por arte de magia cuando alguien sugiere que deberíamos alimentar a nuestros compañeros animales de manera vegana, y de pronto saltan las mismas absurdas excusas que los veganos estamos hartos de escuchar de personas no veganas. El comportamiento humano escapa a mi comprensión, pero al menos sé leer y he podido comprobar que basta un poco de interés y voluntad para llegar a una conclusión: sí, es posible dar comida vegana a nuestros compañeros animales, y no, no van a morir desproteinados ni por deficiencia de taurina, igual que nosotros los humanos veganos no morimos desproteinados ni por deficiencia de vitamina B12.
Hasta aquí la parte calmada de esta entrada. Ahora voy a dar rienda suelta a mis emociones, aun con el riesgo que eso supone de herir la sensibilidad del lector. Sé que después de esto es probable que aún me queden menos amigos dentro de la profesión, pero qué le voy a hacer, no puedo ir en contra de mi naturaleza rebelde. Estoy tan loca que hasta declaro abiertamente que soy una veterinaria vegana y en mi clínica no entra nada que proceda de la explotación animal. Fue leer el manifiesto de la manifestación veterinaria que se celebraba el domingo 17 de noviembre y entrarme de todo por el cuerpo. No sé qué brillaba más, si el antropocentrismo o el especismo. Casi me alegré de que el Colegio de Asturias no fletara ningún autobús, porque de todas formas no habría ido ni con facilidades. Y además de llegar tarde y mal, para mi gusto fue demasiado blanda. Mucho de «qué guays somos que gracias a nosotros el cerdo que te comes no te transmite la triquinosis» pero muy poco de ir a la raíz del problema: patologías realmente sangrantes como nuestra desunión, la precariedad en el sector o el elevado índice de suicidios. Y nadie dijo nada de dividir la profesión en dos, como debería ser desde hace ya mucho tiempo: veterinarios de verdad y zootecnistas (explotadores de animales). Hay mucha tela que cortar aquí, así que intentaré resumir. De primeras no sé por qué el manifiesto como tal parece escrito por estudiantes de veterinaria de primer año, y sin embargo, el resumen que encontré de la FESVET (Federación Estatal de Sindicatos Veterinarios) es mucho más maduro. Días antes de la manifestación me agradó encontrar que no era la única veterinaria que no se adhería al manifiesto. Miembros del grupo de trabajo intersindical, formado por Usvema (Unión Sindical Veterinaria de Madrid), Usvega (Unión Sindical Veterinaria Galega) y Consive (Convergencia Sindical Veterinaria de Las Palmas), publicaron un comunicado declarando que: «Una vez esperado un tiempo prudencial y tras analizar los documentos actualizados referentes a la manifestación, entendemos que el planteamiento de esta iniciativa no encaja con los principios básicos de nuestras organizaciones sindicales. Como consecuencia, por principio, por coherencia y por solidaridad con aquellas personas que, como profesionales, no ven una acción comprometida para luchar por mejorar su situación, nos vemos obligados a descolgarnos como organización sindical de esta manifestación.» La razón principal, según se desprende del comunicado, es que no fueron incluidos dentro de la lista de reivindicaciones temas como la denuncia de la precariedad y la falta de respeto de unos veterinarios hacia otros. Sí señor, así se habla, colegas. Lástima que lo que siga importando en nuestra profesión es la imagen que queremos dar hacia fuera, mientras seguimos escondiendo las miserias debajo de la alfombra (más o menos como lo que se suele hacer en las clínicas veterinarias). Así es como los veterinarios pedimos respeto a nuestra profesión, perdiéndole todo el respeto a los animales asesinados para satisfacer la demanda de la población. Seré rara, pero creo que amenazando a la gente con que no podrán comer chuletón si no valoran la profesión veterinaria no iremos a ningún sitio. Eso sí, luego afirmaremos sin pudor que nos va eso de la protección y el bienestar animal, y nos quejaremos de que nos comparen con matarifes. Vergüenza de compañeros.
Foto: Animal's Health (pinchar foto para ver artículo completo). Me duele tener que ser yo, como vegana, quien lo diga, pero lo hago para romper esa burbuja de pura fantasía que existe ahí fuera sobre lo que significa ser veterinario: nuestra profesión no se inventó para salvar la vida a todos los animales del mundo, ni tampoco es nuestra obligación ir por ahí rescatando a animales explotados o maltratados por sus propietarios. Muchos afirman que los veterinarios deberíamos cumplir nuestro Código Deontológico como si el juramento hipocrático de los médicos se tratara, sin ni siquiera conocer tal código. Bien, para la información de estas almas cándidas, un apunte: lo único que deja claro nuestro Código Deontológico es que los veterinarios estamos al servicio de la sociedad. Si la sociedad es especista, ¡oh sorpresa!, vamos a tener que servir a esa sociedad especista, nos guste o no. [Advertencia: nótese el tono irónico que utilizo en gran parte de este escrito, no sea que empiece a recibir mensajes insultantes de animalistas confundidos.] El Código Deontológico —suave, brillante y editado con esmero, qué delicia tenerlo entre mis manos— me llegó el otro día en el correo, junto a la revista del Colegio de Veterinarios de Madrid. Internamente lo agradecí, por varias razones. Una, porque muy pronto voy a comenzar mi propio proyecto empresarial y quería asegurarme de lo que puedo hacer y lo que no. Dos, porque hace veinte años, cuando acabé la carrera, se olvidaron de pasármelo. Y tres, porque en la parte de ética que nos dieron en cuarto o quinto curso se les olvidó mencionar algo relativo a los Derechos Animales y tengo la esperanza de que por fin van a rectificar… un momento, espera. También se les ha olvidado incluirlos esta vez, qué extraño… 🤔
El pasado fin de semana me llegó una foto a mis noticias de Facebook que me impactó profundamente y me llenó de tristeza. Intento evitar dejarme llevar por mis emociones en mi labor de activista, pero en esta ocasión, simplemente, no pude. Hay ciertas prácticas que deben ser cuestionadas, y aunque sabía a lo que me exponía porque ya había sido testigo de las reacciones irracionales que suelen generar este tipo de publicaciones, decidí que, esta vez, no podía callarme.
La foto en cuestión es esta (la leyenda «Así no» es mía):
Desde que comencé a escribir mi blog y creé la correspondiente página de Facebook, he recibido varios mensajes privados de veganos que están pensando estudiar la carrera de veterinaria y me transmiten sus miedos y sus dudas a la hora de enfrentarse con la realidad especista que les aguarda. Como estamos a principios de año y es tiempo de optimismo y buenos propósitos, voy a darles una larga respuesta basándome en mi experiencia y una cualidad personal que espero no perder nunca, aunque me cueste: el idealismo. Aunque ya he hablado con anterioridad de mi (nefasta) experiencia en el mundo de la veterinaria, aclaro de nuevo que yo estudié veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, en los años 90 del pasado siglo. No sé si las cosas han cambiado mucho o poco desde entonces (sospecho que poco), y tampoco sé cómo funcionan las cosas en otros países, así que lo que yo diga aquí no tiene por qué seguir estando vigente hoy en España, ni tiene que ser igual fuera de ella. No estaría mal que estudiantes y veterinarios veganos de otros lugares del mundo aportaran su propia visión en los comentarios.
Yo comencé a estudiar veterinaria porque quería aprender a curar las enfermedades de los animales no humanos. Era tan inocente que pensaba que esa era la única razón por la que alguien desearía ser veterinario. No tardé en darme cuenta de que eso no se correspondía con la realidad, y aunque había muchos perrogatistas entre los estudiantes, como era de esperar, parecía que a nadie excepto a mí le afectaba la presencia de cadáveres en todos los rincones de la facultad: empezando por la cafetería, obviamente (como en nuestras propias casas) y acabando en las prácticas de Biología o Anatomía. En su defecto, también había animales vivos con los que practicar, que, todo sea dicho, de vez en cuando alegraba poder verlos, pero ni siquiera nos preguntábamos en qué condiciones vivirían. Durante el segundo curso comenzó mi lenta y excesivamente larga transición al vegetarianismo, y en tercero estaba ya tan deprimida que me planteé incluso dejar la carrera. Razones personales aparte, hoy creo que fue uno de mis futuros jefes el que definió mejor lo que debes hacer si quieres sobrevivir a la carrera de veterinaria y al deprimente mundo laboral que uno se encuentra después (no exclusivo de la veterinaria): crearte un callo en el cerebro. Es decir, construirte una defensa artificial para que tus acciones inmorales no entren en conflicto con tus principios morales. Creo que es lo mismo que tienen que hacer los soldados para matar gente del otro bando, aunque sepas que son exactamente como tú y a ellos también los han obligado a luchar por su país. No quieres hacerlo, pero lo haces a pesar del conflicto moral que eso genera en ti, y tratas de ignorar ese conflicto por cuestiones de supervivencia, a pesar de que a largo plazo esto tendrá consecuencias en tu salud mental. El veganismo avanza imparable. Tanto, que algunas grandes corporaciones se están dando cuenta de que si no quieren perder clientes tienen que cambiar algunos de sus métodos de producción. Yo estoy siendo testigo directo de la aparición de una oferta cada vez más variada (y rica) de yogures y otros productos lácteos vegetales que empiezan a copar el área refrigerada de los supermercados. Hablo de la marca Alpro, perteneciente a la Central Lechera Asturiana. Personalmente prefiero las variedades sin azúcar y así se lo manifesté, pero a todo aquel que le guste disfrutar de postres lácteos y no quiera participar en la explotación animal, ya puede hacerlo sin ningún problema. Incluso Danone ha anunciado recientemente que pronto tendrá una línea similar a la de Alpro. Aunque no sea una gran consumidora, no puedo negar que disfruto contemplando embobada frente a las estanterías las miles de combinaciones posibles de leche vegetal existentes ya en el mercado. Es señal de que algo está cambiando, y eso me produce una gran satisfacción interna.
Como veterinaria que soy, mis críticas van dirigidas con frecuencia a mis propios compañeros de profesión. Me es fácil hablar de mis propias experiencias, de lo que yo he observado después de trabajar unos cuantos años en el sector. Sin embargo, no lo hago porque este colectivo se merezca más reprobación que otros. A efectos prácticos, un veterinario no vegano no se diferencia en nada de otros profesionales no veganos: todos hacen su trabajo y se ganan la vida en una sociedad mayormente especista. Si queremos que no haya nadie beneficiándose de manera directa o indirecta de la explotación de los animales no humanos, solo hay una vía posible: educar en el veganismo. Aún no me he escindido oficialmente de la profesión veterinaria, a la que por suerte o por desgracia seguiré permaneciendo hasta que me muera. Por eso, de vez en cuando recibo en mi buzón la revista de la Organización Colegial Veterinaria Española (OCV). El último número comienza con un editorial que casi me produjo una úlcera gástrica instantánea. Para facilitar su lectura, la he transcrito más abajo. |
«El veganismo es en verdad la afirmación de que en donde haya amor la explotación debe desaparecer.»
- Leslie Cross, vicepresidente de la Vegan Society, 1951. Autora
Veterinaria y vegana. Una difícil combinación en los tiempos que corren. Archivos
Abril 2020
Categorías
Todos
|