No puedo negar que les tengo muchas ganas a los ganaderos y ganaderas (que lamentablemente cada vez son más) de este país, pero dada mi actual inclinación a conservar mi paz interior, cada vez me es más difícil escribir artículos de crítica al sector. Hago hoy una excepción porque, la verdad, me lo pusieron en bandeja y así dejamos por aquí uno de los mejores ejemplos de hipocresía y también contradicción dentro de la disidencia, tema que ya dejé bastante claro en mi relato «El extraño caso del plátano sintiente». El encontronazo tuvo lugar en Telegram y por fortuna pude salvar a tiempo varias capturas de la absurda conversación que tuve con la amiga de una ganadera, la cual desapareció poco después de hablar conmigo. Supongo que esperaba otra cosa de mí, hecho por el que no puedo culparla, ya que los veterinarios somos los cómplices necesarios en esta barbarie de la explotación animal que nos acompaña desde que tenemos memoria. No hace falta decir mucho más porque las capturas hablan por sí mismas. He de decir que como veterinaria consciente ya estoy acostumbrada a que me contacten personas preocupadas por el efecto de las vacunas en sus animales, pero suelen ser personas que cuidan de perros y gatos, no ganaderos. Hace poco, eso sí, en uno de mis paseos por la aldea en la que vivo, un paisano quiso venderme sus vacas, y me comentó algo de esa enfermedad tan rara transmitida por un mosquito, y que las pobres vacas se estaban poniendo enfermas después de ser vacunadas por el veterinario (vaya, qué conspiranoico está todo el mundo, ¿eh?). Llegó a hacerme un gesto de desdén hacia la supuesta existencia de ese «virus». Vamos, que no se creía ni una palabra de lo que le habían contado. Parece ser que no es el único que se ha dado cuenta del percal... aunque a no ser que seas un ciudadano responsable que aún ve la televisión, tampoco hay que ser muy inteligente para observar y llegar a tus propias conclusiones. A pesar de las apariencias, el crotal y el cencerro delatan la condición de esclava de esta pobre vaca, que acabará en el matadero cuando a su propietario esclavista le convenga. Y no, no es libre ni feliz.
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Hace unos días me topé en Facebook con una campaña de Equalia afirmando que habían llegado al Senado. La foto de una señorita sonriente transmitiendo el mensaje de que por fin las jaulas desaparecerían, si la Unión Europea aprueba la nueva ley, ablanda el corazón de todos los supuestos amantes de animales que quieren seguir disfrutando de su explotación con sus conciencias tranquilas. Qué grandes son los de Equalia. Qué grandes farsantes. Acabamos de ser testigos de un nuevo fraude electoral, como no podía ser de otra forma en un país vendido al globalismo y habitado por una mayoría de esclavos zombificados, y en esta atmósfera de depresión y suicidio colectivo que vivimos, me hace sonreír (con ironía infinita) ver en mi Facebook la publicidad de Equalia. Una vez que abres los ojos, ya es imposible no ver el teatrillo tan bien montado de las instituciones, cómplices de la hipnosis que mantiene dormida a la población. El animalismo es otra más de las parcelas en las que se ve reflejado el alcance y poder del virus de la estupidez humana ilimitada. La ignorancia y la falta de interés en salir de ella es lo que perpetuará la esclavitud de millones de seres inocentes de este planeta, humanos y no humanos.
Rompo mi silencio de más de un año para anunciar el lanzamiento de un libro que se ha venido gestando desde el inicio de mi aventura empresarial. Es un libro que considero muy necesario y en el que expongo las vergüenzas de la profesión veterinaria y de una sociedad en decadencia, con el deseo de que despertemos de una vez y empecemos a crear el mundo en el que queremos vivir: un mundo en el que se respete la libertad y la vida de todos los individuos que forman parte de él. Es decir, un mundo vegano. Tengo una larga experiencia como escritora, así que soy consciente de que escribir un libro no es tarea fácil y hay muchos proyectos que han quedado olvidados y llenos de polvo en alguna carpeta de mi ordenador. Pero creo que puedo decir que con ninguno he sudado y llorado tanto como con este libro, a pesar de que mi intención desde el principio fue darle un tono ameno y divertido, describiendo la alocadas aventuras de dos veterinarias que un día se conocieron, compartieron sueños y decidieron ir a por todas.
De hecho, este blog es el culpable. En la sección «Contacto» el lector podrá ver una versión modificada del texto que me llevó a la perdición: en él decía que estaba abierta a cualquier proposición indecente que me hiciera algún veterinario o veterinaria que fuera vegano y tuviera los mismos ideales que yo. Por ese entonces pensaba que mis probabilidades de encontrar a alguien así eran las mismas que las de ganar la lotería, o sea, ninguna (especialmente porque no juego). Pero, a veces, la vida te da sorpresas. Esa veterinaria apareció. Y un año después nos fuimos a Asturias para abrir la primera clínica veterinaria vegana de España (vegana de verdad, no como esas con supuestos propietarios veganos que siguen vendiendo piensos cárnicos en sus tiendas). Algunos de nosotros hemos nacido para escribir y otros para hablar, eso es una verdad indiscutible. Pero bueno, si hay que hacerlo, se hace. Todo sea por una buena causa y para satisfacer la curiosidad de todos aquellos que alguna vez os preguntasteis si realmente había una mujer detrás de Vet y Vegan y si en persona sería igual de borde que escribiendo. Si veis el vídeo, ya tendréis las respuestas a vuestras preguntas. La agradable charla tuvo lugar el sábado 14 de mayo. Yo estaba cómodamente en la buhardilla de la casa de mis padres, después de descartar la mesa del jardín con unas chulas fotos de flores y aves detrás, ya que hacía demasiado fresco. Al final creo que dio lo mismo, porque con la excelente calidad de imagen de la cámara de mi portátil no se ve ni el bonito color azul cielo de la pared que tengo detrás… Los interesados en que eso mejore, siempre me podéis dejar un donativo para que invierta en equipos de grabación y así pueda fundar mi propio canal en YouTube. A pesar de que yo había advertido al anfitrión de la charla de mi natural tendencia a quedarme bloqueada, cuando no callada como un muerto, hecho que podía prevenirse si conocía de antemano las preguntas y las podía preparar un poco en mi cabeza, al final fue todo bastante improvisado, por lo que podía haber contado cosas mucho más interesantes o haber ido mucho más al grano (o a la llaga en carne viva, que a mi profesión le tengo muchas ganas y cada día más). Pero qué le vamos a hacer, esto es lo que salió. Sea como sea, mi agradecimiento hacia Luis Torres por pensar en mí, invitarme y darme esta oportunidad de entrenamiento y autosuperación que seguro me servirá para el futuro. Su blog Abolición, no regulación, merece un buen vistazo y yo misma lo he utilizado como referencia en alguna ocasión (incluso como inspiración en «El extraño caso del plátano sintiente», aunque es probable que tenga su primera noticia cuando lea estas líneas, si es que las lee en algún momento 🙃.) Recientemente ha sido publicado el mayor estudio científico hasta la fecha que demuestra que los piensos veganos son saludables en perros. Madre mía, qué sorpresa. Pues es asombroso la cantidad de reacciones desproporcionadas que está habiendo en diferentes ámbitos. El propio Andrew Knight, veterinario autor del estudio, ha tenido que dar explicaciones extra, y él mismo se asombra de que le exijan estudios a largo plazo de la idoneidad de estas dietas, cuando nunca antes se ha exigido para las demás. Yo rezo para que los veterinarios que defendemos las dietas veganas en perros y gatos no acabemos en la hoguera de la ciencia fundamentalista. El eterno debate sin sentido me encuentra leyendo un interesante documento escrito por el médico, bioquímico e inmunólogo Jacques Benveniste, también perseguido por la ciencia fundamentalista, representada en este caso por la revista Nature, cuando en un experimento a finales de los 80 puso de manifiesto que las sustancias en altas diluciones podían seguir teniendo efectos biológicos medibles y repetibles en laboratorio. Ni siquiera era homeópata y ni siquiera los laboratorios homeopáticos le defendieron, pero ese fue el final de su carrera. Es lo que ocurre cuando te atreves a desafiar los dogmas inamovibles de la mal llamada ciencia actual y caes en desgracia ante los científicos que ocupan cargos públicos en organizaciones que supuestamente velan por la salud y el avance en el conocimiento. No puedo evitar ver los paralelismos con la cuestión de las dietas veganas en perros y gatos, sobre todo después de leer las reacciones de algunos sectores dentro de la veterinaria después de la publicación del estudio ya mencionado. A la BVA (Asociación Británica de Veterinarios) le parece que la evidencia no es suficiente y exigen estudios a largo plazo, durante toda la vida del animal, para poder decir que las dietas veganas son saludables en perros, cosa que por supuesto no se ha hecho jamás con las dietas convencionales. Es lo mismo que pasa con los humanos veganos: imposible explicarse cómo es que seguimos todos vivos, imposible imaginarse un mundo en el que no haya que explotar a nadie (si nos imaginamos a todo el lobby porcino español viniéndose abajo y después a todas las industrias fabricantes de piensos cárnicos, es más fácil entender por qué son necesarios tantos estudios científicos que demuestren lo que es obvio). Andrew Knight contestó con estas declaraciones, con las que no puedo estar más de acuerdo (subrayo lo mejor bajo mi punto de vista): «Nuestro estudio incluía datos de salud de más de 2500 perros, siendo un estudio a muy gran escala. La profesión veterinaria es una de las más especistas que existen, eso es ya evidente para muchas personas. Pero quizá sea en el campo de la nutrición donde el especismo no es que sea evidente, es que se ve a la legua y además los defensores de las mal llamadas «dietas naturales crudas» enarbolan con orgullo su inexplicable deseo de alimentar a perros y gatos con carne, huesos y vísceras de animales asesinados en mataderos. Algunos de ellos se asemejan a verdaderos psicópatas. Eso sí, luego los maltratadores somos los pobres veganos que lo único que defendemos es que se respete a todos los animales por igual. Una se harta ya de estar continuamente repitiendo lo mismo en las interminables discusiones que surgen en redes sociales. Lo que importa son los nutrientes, no los ingredientes. Es fácil de entender, ¿verdad? Sin embargo, hay muchas personas que al oír esa frase --y no solo la digo yo, sino otros veterinarios especialistas en nutrición— entran en disonancia cognitiva y al instante comienzan a buscar numerosas excusas para evitar cambiar sus creencias adquiridas. Muchas veces estas personas son partidarias de la dieta BARF, incluyendo a veterinarios holísticos más o menos famosos como la Dra. Karen Becker. Afirman amar tanto a sus perros y gatos que jamás harían nada que fuera en contra de su naturaleza, como darles un producto ultraprocesado, el pienso cárnico de toda la vida. Algunos de ellos hasta afirman ser veganos o vegetarianos (como si fuera lo mismo), pero sin duda alguna no han comprendido aún qué es el veganismo, ya que una persona vegana no distingue de especie: si realmente estás en contra de la explotación animal, no alimentas a tus perros y gatos con cadáveres de otros animales.
Y el debate acaba aquí. O debería. Porque esos que sufren disonancia cognitiva tienen una imaginación desbordante, y se ponen a escribir artículos tan tendenciosos como el que me dispongo a diseccionar a continuación: «La delgada línea entre lo ético y el maltrato», de una adiestradora canina que afirma tener un certificado en nutrición llamada Mónica González Tovar. Veamos qué perlas nos tiene reservadas (la negrita y el subrayado están así en el artículo original). Encontré un artículo bastante interesante (y también penoso, ya adelanto) compartido en la página de Facebook Vegan Veterinary Network en el que se formula una interrogante que prácticamente yo también me hago a diario: «¿Por qué no hay más veterinarios veganos?» Lo he traducido para que todo el mundo pueda leerlo, y aunque al principio solo pensaba añadir unos pocos comentarios, al final me han asaltado mis instintos asesinos y he tenido que diseccionarlo entero cuan Jack el Destripador, porque me temo que mi respuesta a esa pregunta es un poco más radical que la de Karen Asp, la autora de dicho artículo. Artículo original (por Karen Asp): Why Aren’t More Veterinarians Vegan? Mis comentarios van en los bloques azules. Los veterinarios trabajan sin descanso para salvar las vidas de animales, la mayoría con animales de compañía. Día tras día, pasan largas horas cuidando perros y gatos y también otros animales de compañía, con frecuencia recurriendo a medidas heroicas para salvarlos. Bueno, en realidad tampoco es para tanto. Empezamos con la típica visión idealizada que tienen la mayoría de las personas ajenas a nuestra profesión. Un trabajo, que, al menos en mi país, es a menudo mal pagado y muy poco reconocido. Después de todo han hecho un juramento, creado por la Asociación Médica Veterinaria Americana (AVMA). Parte de él afirma: «Siendo admitido a esta profesión de medicina veterinaria, juro solemnemente utilizar mis habilidades y mi conocimiento científico para el beneficio de la sociedad a través del bienestar y la salud animal, la prevención y el alivio del sufrimiento animal, la conservación de los recursos animales, la promoción de la salud pública y el avance del conocimiento científico». En España tenemos la suerte o la desgracia de no tener que prestar ningún juramento al acabar la carrera, pero si tuviera que jurar algo así como vegana, simplemente no podría. Es una contradicción ser vegana y prometer que utilizarás tus habilidades «para la conservación de los recursos animales». O sea, te están diciendo que parte de tu obligación será seguir velando para que los animales sean considerados recursos. Esto ya hace que el artículo pierda todo el sentido porque con ese juramento, la pregunta ya no es por qué no hay más veterinarios veganos, sino cómo es que alguno se atreve a serlo, faltando a su deber y negándose a participar en una de las principales funciones de la veterinaria, que es ser cómplice de la explotación animal. Sin embargo, para muchos veterinarios, sus elecciones alimentarias no reflejan ese juramento, aun cuando no menciona a los animales de compañía. Aunque puede que no consuman gatos y perros, lo más probable es que consuman otras especies como vacas, pollos y cerdos. La ironía, por supuesto, es que estos animales tienen las mismas necesidades que los pacientes que tratan cada día. Esto es especismo en su máxima expresión, es decir, la creencia errónea de que algunas especies son más importantes que otras. Por supuesto, el especismo es un problema social, pero cuando aquellos que creen que comer algunos animales pero salvar a otros está bien son los mismos que han prometido proteger a los animales, la desconexión es asombrosa, y los profesionales veterinarios veganos están comenzando a alzar su voz sobre ello. «¿Por qué no hay más veterinarios que se pregunten por qué se comen a sus pacientes?», dice Ernie Ward, veterinario vegano de Calabash, North Carolina, y autor de The Clean Pet Food Revolution (La revolución del alimento limpio para mascotas), que se hizo vegano primero por su salud y después por los animales a causa de la pregunta que se acababa de hacer. «¿Por qué no hay más veterinarios veganos o al menos veterinarios con una opinión más fuerte sobre por qué está bien aplicar cualquier medida para salvar la vida de ciertas especies pero no de otras?» Responder a esa cuestión no es fácil y requiere un cambio en las escuelas de veterinaria y los veterinarios. He estado durante meses tratando de no mezclar temas, tratando de pensar que se puede ser vegano y estar engañado igualmente por la mafia de las farmacéuticas y no saber ni torta de Kary Mullis, el inventor de la técnica PCR, ni del engaño del SIDA, ni de cómo se transmiten los virus, ni de las intenciones de las élites que gobiernan en la sombra. Lo comprendo. No todos los veganos nacemos con un ansia enorme por investigar todo lo misterioso y oculto, como me ocurrió a mí. Pero llega un momento en la vida en el que tienes que mojarte, sobre todo cuando te sientes responsable de lo que ocurre a tu alrededor por ser un profesional sanitario con más de dos dedos de frente. Desde el minuto uno supe que no podía ser parte de la farsa. Y sabía que eso podía perjudicar mi activismo vegano. Pero no me quedó otra que hacer lo que siempre he hecho desde que recuerdo: defender la Verdad, pese a quien le pese, aunque eso conlleve la pérdida de amistades, de prestigio o de credibilidad. Solo lo lamento por las víctimas, sean humanas o no. Este blog se llama «Vet y vegan», y es un blog de activismo vegano para hablar sobre veganismo desde mi perspectiva como profesional veterinaria. Dentro de mi profesión, me interesé en especial por la medicina interna porque me apasiona el análisis clínico, y tengo un Máster en Virología, durante el cual estuve varios meses trabajando en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, manipulando el virus de la hepatitis C, usando para ello cultivos celulares. Más adelante también me interesé por la homeopatía, ya que me sentía frustrada por los pobres resultados de la medicina convencional en gran número de patologías frecuentes en nuestros animales. Estudiando homeopatía oí hablar de Luc Montagnier por primera vez, un virólogo que la defiende abiertamente, porque muchos de nosotros, científicos libres de prejuicios y no dependientes económicamente de las grandes empresas farmacéuticas, no podemos negar la evidencia de que funciona, aunque aún no tengamos claro cómo.
He escrito esta larga introducción porque estoy bastante harta de los ataques e insultos que recibimos continuamente personas como yo por cuestionar la eficacia de la medicina convencional y buscar otras alternativas. Estoy bastante harta de ciertos autodenominados veganos que me dejan comentarios en alguno de mis blogs diciéndome que muy bien por ser vegana pero poco menos que llamándome magufa por ser partidaria de terapias alternativas como la medicina tradicional china (incluyendo acupuntura), flores de Bach o la ya mencionada homeopatía. Me hablan como si una fuera una ignorante que se traga todo lo que escucha, alguien que no pone en tela de juicio ni investiga todo lo que cae en sus manos, y vienen a darme lecciones sobre qué tratamientos tengo que utilizar en mi propia clínica, con mis propios pacientes, sin tener ni puñetera idea de lo que es tratar pacientes. Parece que a nadie se le ocurre preguntarse en qué universidades se estudia homeopatía y cuántos años hay que estudiar para poder empezar a practicarla. A nadie se le ocurre preguntarse cómo es que hay miles de médicos y veterinarios homeopátas en el mundo defensores de una terapia que según los pseudoescépticos solo son bolitas de azúcar con efecto placebo. A nadie se le ocurre preguntarse cómo un virólogo como Montagnier, premio Nobel por cierto, la defiende, dado su nivel científico. Cegados por sus prejuicios, solo vienen a insultarte y a dudar de tu profesionalidad sin tener ni de lejos la experiencia clínica o los conocimientos que yo llevo a mis espaldas. Y ya estoy bastante harta. |
«El veganismo es en verdad la afirmación de que en donde haya amor la explotación debe desaparecer.»
- Leslie Cross, vicepresidente de la Vegan Society, 1951. Autora
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