Desde que comencé a escribir mi blog y creé la correspondiente página de Facebook, he recibido varios mensajes privados de veganos que están pensando estudiar la carrera de veterinaria y me transmiten sus miedos y sus dudas a la hora de enfrentarse con la realidad especista que les aguarda. Como estamos a principios de año y es tiempo de optimismo y buenos propósitos, voy a darles una larga respuesta basándome en mi experiencia y una cualidad personal que espero no perder nunca, aunque me cueste: el idealismo. Aunque ya he hablado con anterioridad de mi (nefasta) experiencia en el mundo de la veterinaria, aclaro de nuevo que yo estudié veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, en los años 90 del pasado siglo. No sé si las cosas han cambiado mucho o poco desde entonces (sospecho que poco), y tampoco sé cómo funcionan las cosas en otros países, así que lo que yo diga aquí no tiene por qué seguir estando vigente hoy en España, ni tiene que ser igual fuera de ella. No estaría mal que estudiantes y veterinarios veganos de otros lugares del mundo aportaran su propia visión en los comentarios.
Yo comencé a estudiar veterinaria porque quería aprender a curar las enfermedades de los animales no humanos. Era tan inocente que pensaba que esa era la única razón por la que alguien desearía ser veterinario. No tardé en darme cuenta de que eso no se correspondía con la realidad, y aunque había muchos perrogatistas entre los estudiantes, como era de esperar, parecía que a nadie excepto a mí le afectaba la presencia de cadáveres en todos los rincones de la facultad: empezando por la cafetería, obviamente (como en nuestras propias casas) y acabando en las prácticas de Biología o Anatomía. En su defecto, también había animales vivos con los que practicar, que, todo sea dicho, de vez en cuando alegraba poder verlos, pero ni siquiera nos preguntábamos en qué condiciones vivirían. Durante el segundo curso comenzó mi lenta y excesivamente larga transición al vegetarianismo, y en tercero estaba ya tan deprimida que me planteé incluso dejar la carrera. Razones personales aparte, hoy creo que fue uno de mis futuros jefes el que definió mejor lo que debes hacer si quieres sobrevivir a la carrera de veterinaria y al deprimente mundo laboral que uno se encuentra después (no exclusivo de la veterinaria): crearte un callo en el cerebro. Es decir, construirte una defensa artificial para que tus acciones inmorales no entren en conflicto con tus principios morales. Creo que es lo mismo que tienen que hacer los soldados para matar gente del otro bando, aunque sepas que son exactamente como tú y a ellos también los han obligado a luchar por su país. No quieres hacerlo, pero lo haces a pesar del conflicto moral que eso genera en ti, y tratas de ignorar ese conflicto por cuestiones de supervivencia, a pesar de que a largo plazo esto tendrá consecuencias en tu salud mental.
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«El veganismo es en verdad la afirmación de que en donde haya amor la explotación debe desaparecer.»
- Leslie Cross, vicepresidente de la Vegan Society, 1951. Autora
Veterinaria y vegana. Una difícil combinación en los tiempos que corren. Libro
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