Me duele tener que ser yo, como vegana, quien lo diga, pero lo hago para romper esa burbuja de pura fantasía que existe ahí fuera sobre lo que significa ser veterinario: nuestra profesión no se inventó para salvar la vida a todos los animales del mundo, ni tampoco es nuestra obligación ir por ahí rescatando a animales explotados o maltratados por sus propietarios. Muchos afirman que los veterinarios deberíamos cumplir nuestro Código Deontológico como si el juramento hipocrático de los médicos se tratara, sin ni siquiera conocer tal código. Bien, para la información de estas almas cándidas, un apunte: lo único que deja claro nuestro Código Deontológico es que los veterinarios estamos al servicio de la sociedad. Si la sociedad es especista, ¡oh sorpresa!, vamos a tener que servir a esa sociedad especista, nos guste o no. [Advertencia: nótese el tono irónico que utilizo en gran parte de este escrito, no sea que empiece a recibir mensajes insultantes de animalistas confundidos.] El Código Deontológico —suave, brillante y editado con esmero, qué delicia tenerlo entre mis manos— me llegó el otro día en el correo, junto a la revista del Colegio de Veterinarios de Madrid. Internamente lo agradecí, por varias razones. Una, porque muy pronto voy a comenzar mi propio proyecto empresarial y quería asegurarme de lo que puedo hacer y lo que no. Dos, porque hace veinte años, cuando acabé la carrera, se olvidaron de pasármelo. Y tres, porque en la parte de ética que nos dieron en cuarto o quinto curso se les olvidó mencionar algo relativo a los Derechos Animales y tengo la esperanza de que por fin van a rectificar… un momento, espera. También se les ha olvidado incluirlos esta vez, qué extraño… 🤔 Me explico. Resulta que es una nueva versión del Código Deontológico para el Ejercicio de la Profesión Veterinaria, fue aprobada el 15 de diciembre de 2018, y viene con unos cuantos artículos nuevos y todo. Por un momento hasta pensé que la cosa habría evolucionado un poco y ahora el primer mandamiento para los veterinarios sería «No te comas a tus pacientes» (o, mejor: «Deja de explotar a tus pacientes»). Pero no, hasta ahí aún va a haber que esperar un poco, me temo. Me lo he leído enseguida, con curiosidad y avidez. He encontrado algunas cosas buenas y muchas cosas malas, aunque en general, es bastante contradictorio, sobre todo si ya tienes una mente vegana y te has deshecho del prejuicio especista que te inculcaron desde pequeño y que luego se encargaron de ampliar y afianzar bien durante la carrera. La confusión comienza en el mismo momento en el que empiezan a utilizar la palabra «ética». Sospecho que los que redactaron este Código tienen una idea bastante relativa de lo que es «ético» en el contexto de la profesión veterinaria. Literalmente afirman que «el Código es una recopilación de principios y reglas éticas cuyo objetivo es inspirar y guiar la conducta profesional de los veterinarios». Como veremos más adelante, el trato que como veterinarios prestamos a nuestros pacientes tiene una gran importancia, pero, por supuesto, ese trato está supeditado a lo que su propietario quiera hacer con ese animal. En efecto, algo que la gran mayoría de la población (generalmente perrigatistas) no entiende, es que los veterinarios estamos al servicio de los HUMANOS, no de los no humanos. En el Capítulo III, dedicado a los principios deontológicos generales, ya nos lo dejan bien claro con el artículo 6.1: «El veterinario adquiere un deber profesional fundamental con la sociedad a la que sirve, del que debe ser consciente y consecuentemente responsable». Y ya tan pronto comienzan con las contradicciones (en azul en la foto): Por una parte una de nuestras principales funciones es la de «velar por una producción animal de calidad», y a continuación nos dicen que debemos «salvaguardar y respetar la vida, la dignidad y la salud y bienestar de los animales». Debe de ser que los que redactaron el Código consideran que respetar la vida de una oca consiste en obligarla a comer introduciéndole una sonda gástrica por el esófago para así velar por la obtención de un hígado graso de calidad, comúnmente denominado «foie gras». Puede ser eso, o quizá, para no parecer especistas, olvidaron mencionar que lo de la salud y el bienestar solo se aplica a las mascotas o animales de compañía, ya que por lo general un propietario de un gato no quiere hacer paté con su hígado graso, sino salvarlo de una lipidosis hepática. Aunque seguramente ni siquiera saben lo que significa la palabra «especista». Yo, la verdad, como veterinaria y vegana, me siento muy confusa. Seguidamente, en el artículo 6.4, nos dicen que los veterinarios debemos «procurar que estén cubiertas las necesidades de los animales en lo que respecta a su atención veterinaria». No especifican cuáles son esas necesidades, pero me imagino que la necesidad de libertad no está entre ellas, ya que, como todo el mundo sabe, un esclavo no necesita la libertad para nada, es feliz siendo un esclavo. Por si aún no lo tenemos claro, en el artículo 8 nos repiten nuestros deberes básicos con muchas menos florituras: Si crees que los dos primeros puntos son contradictorios, sí, yo también lo creo. Como vegana he observado que hay una gran parte de la sociedad que no considera que la esclavitud, la inseminación forzada, la separación de los terneros recién nacidos de una madre vaca parar robarle la leche, la trituración de pollitos macho, el cebo de cerdos y pollos, el asesinato, y un número infinito de prácticas comunes en la ganadería, no es maltrato animal. Por eso los veterinarios debemos luchar contra el maltrato animal y a la vez procurar la conservación y mejora de los recursos ganaderos. Sí, una cosa es que debamos y otra cosa es que sea realmente posible hacerlo en la práctica… por eso generalmente acabamos teniendo que decidir entre las dos. Entonces, ¿qué ocurre? ¿Por qué hay veterinarios que colaboran con los explotadores? ¿Es porque hay veterinarios que son personas malvadas a quienes no importan los animales? No. Es porque vivimos en una sociedad especista y nosotros estamos al servicio de esa sociedad, igual que los matarifes. Los veterinarios nos morimos si no comemos, y la gran mayoría eligió su profesión para poder comer, no para salvar animales no humanos. En el artículo 8.2 nos encontramos con otro punto, como poco, ambiguo: Si nos tomáramos este artículo al pie de la letra, un veterinario que trabaje en un matadero debería dedicarse a parar la línea de asesinato en cadena y trataría de reanimar a todos los cerdos que viese aturdidos. Pero recordemos el principal y mayor deber de un veterinario: estar al servicio de la sociedad. Esto funciona como las Tres Leyes de la Robótica de Isaac Asimov: si algún artículo entra en conflicto con el principal deber de un veterinario, tienes que actuar siguiendo tu principal deber, es decir, servir a la sociedad. Si la sociedad quiere cerdos para comer, tú observas que se maten bien y punto. Ya no es tan importante eso de salvar la vida de animalitos. Un veterinario sirve a la sociedad, no cuestiona lo que la sociedad hace. Sospecho que, de nuevo, aquí el problema radica en que se olvidaron de especificar la especie del animal en cuestión, o quizá el uso que su propietario haya decidido darle a ese animal. Por ejemplo, si yo me presento con mi perro en un matadero y pido que lo maten y lo despiecen, seguramente me van a denunciar por maltrato animal en algún sitio. Si, por el contrario, he tenido un cerdito en mi casa como mascota porque así me apetecía, y un día me canso de él, y voy al matadero para que lo maten y lo despiecen, no me van a poner ninguna pega. ¿Por qué? Porque se da por hecho que la sociedad mata cerdos para comer, pero los perros son para otras cosas y no debemos maltratarlos aunque sean nuestros… Ante la duda, lo que decida la mayor parte de la sociedad es lo que es aceptable éticamente. El punto 5 del artículo 8 es igualmente confuso: No sé si de nuevo se olvidaron de especificar la especie, o si omitieron a consciencia la labor de los veterinarios que actúan en las plazas de toros (por poner un ejemplo). Quizá no consideren que clavar banderillas sobre el lomo de un toro hasta que no pueda respirar por desprendimiento de la caja torácica no es tortura. Quizá consideren que ellos no es que lo faciliten, solo están sirviendo a la sociedad sedienta de sangre, observando que el toro muera bien. O quizá tampoco vean nada degradante en la práctica de cegar a un caballo, taparle los oídos y obligarlo a salir a un ruedo para que un toro le cornee el abdomen y le deje las tripas al aire. Todo esto se comprende mucho mejor cuando en la revista del Consejo (el mismo que ha editado este novísimo y avanzado Código Deontológico) puedes contemplar las fotos de los directivos intercambiando premios con los más influyentes ganaderos de toros de lidia. A veces las omisiones dicen más que las palabras escritas. Pasemos a algo bueno: la objeción de consciencia, un tema que preocupa a muchos lectores del blog, ya que de vez en cuando recibo mensajes de estudiantes que se preguntan si podrán negarse a realizar ciertas prácticas en sus facultades de veterinaria. Bueno, si un estudiante entra dentro de la consideración de veterinario, aunque de momento solo sea un potencial veterinario, es muy posible que se pueda acoger a la objeción de consciencia. Nosotros los licenciados ya podemos negarnos a realizar ciertas prácticas si las consideramos no éticas, lo cual es un alivio: Podemos incluso negarnos a prestar a nuestros servicios a determinados colectivos. Yo lo haría con un largo etcétera de colectivos, pero no voy a especificar, porque si me pongo exquisita quizá acabe muerta de hambre debajo de un puente y esa no es la idea… ¿Y qué hay de los animales no humanos? ¿Ganan ellos algo con esta nueva edición del Código Deontológico? En el Capítulo VIII, artículo 21, nos dicen cómo debe ser nuestra relación con los pacientes, y al leerlo me doy cuenta de que nuestros pacientes ganan bastante poco. Como dije al comienzo, no han incluido nada relativo a los Derechos Animales en este código, y en líneas generales no se sabe muy bien a qué especies debemos respetar y a cuáles no. Aunque las he buscado, no he encontrado ninguna definición de «respeto» ni de «maltrato» en ningún lugar del Código. Veamos: Uno puede pensar que sí que hemos avanzado algo, porque esto que he subrayado suena como algo que haría un veterinario decente a quien le importan los animales. El conflicto llega un poco más tarde cuando comienzan las excepciones: ¡Ah… acabáramos! O sea, que los veterinarios no debemos maltratar a nadie, y además debemos evitar el maltrato ejercido por otras personas, EXCEPTO si alguien quiere asesinar a sus animales para comer, da igual que lo haga degollándolos sin aturdimiento previo porque así se lo dicta su religión. Eso no se considera maltrato. Del sacrificio normal y corriente ni siquiera dicen nada, porque eso, como todo el mundo sabe, tampoco es maltrato. Algo parecido pasa con el tema de las mutilaciones, especificado en el artículo 23: Atención, SOLO si es un animal de compañía, están prohibidas estas intervenciones. El resto de animales, pueden seguir sufriendo el corte de sus rabos, dientes, cuerdas vocales o cualquier parte de su anatomía. Y, además, se añade: Si lo que queremos hacer es mutilar los testículos o quitarle a una hembra su útero y sus ovarios, todo está bien si lo hacemos para impedir la reproducción. ¿Por qué? Porque, como todo el mundo sabe, los animales en general, pero los de compañía en particular, no tienen el derecho de reproducirse a no ser que sea con nuestro consentimiento. En temas de reproducción los veterinarios somos los amos y señores, por si alguien no se había dado cuenta. Somos los que inventaron y perfeccionaron la inseminación artificial y la selección genética en équidos, en bóvidos, en especies salvajes… eso sí, si son animales que se reproducen libremente en las calles molestando a la población (humana, claro), tenemos vía libre para extirparles lo que sea y así impedir su reproducción. Antropocentrismo ante todo. Y «ética», porque así evitamos el sufrimiento de todos esos individuos que aún no han nacido. De hecho, el artículo 23.3 va a venir bien para explicar a los animalistas la verdadera razón de por qué se hacen las esterilizaciones. Estos animalistas piensan que la esterilización es la mayor y mejor medida que puede tomar un veterinario en pro de la defensa y protección animal. Pero no, no es por el bien del individuo (excepto en los casos con una verdadera justificación médica), ni tampoco es para evitar el sufrimiento de los animales que aún están por nacer. El Código Deontológico lo deja bien claro: se hace para evitar la reproducción, punto. Ahora, si lo que queremos es ver cómo alguien tiene a gallinas reproductoras poniendo huevos constantemente, para que sean fertilizados, y luego, cuando nazcan pollitos machos, queremos ver que sean triturados siguiendo las directrices del bienestar animal, pues eso está igualmente bien, porque lo hacemos con el fin de «velar por una producción animal de calidad», y por supuesto, siguiendo el máximo deber de todo veterinario: servir a la sociedad. Conclusiones. Sí, señoras y señores, estas son la reglas «éticas» que nos deben guiar a los veterinarios. Son unas reglas «éticas» teñidas de especismo y bienestarismo, donde los verdaderos Derechos Animales brillan por su ausencia. Los veterinarios estamos supeditados a los deseos de los miembros de la sociedad en la que vivimos. Los animales no humanos se consideran legalmente propiedad de los humanos, y por tanto actuaremos de forma acorde a la voluntad de esos humanos. Todos aquellos que piensan que los veterinarios debemos ser súper-héroes que asalten las granjas para liberar a las víctimas de la explotación, que debemos alzarnos como defensores de todos los animales y estar dispuestos a perder nuestros trabajos por evitar todo tipo de maltrato y abuso sobre los animales, sencillamente viven en un mundo de fantasía. ¿Estoy contenta con la situación actual de la profesión veterinaria? Es evidente que no, porque soy vegana y me gustaría que NADIE viviera utilizando a los demás animales según le plazca, pero lo cierto es que no puedo acusar a ningún compañero de incumplir su Código Deontológico si decide ejercer su profesión en cualquier campo relacionado con la explotación animal. Como mucho, le puedo acusar de especista, igual que haría con cualquier otra persona no vegana. Solo cuando el veganismo empiece a infiltrarse en todas las profesiones, solo cuando el veganismo forme parte del espíritu de los humanos, comenzaremos a ver cambios en materia de Derechos Animales. Y entonces, quizá, la profesión veterinaria cambiará también para mejor. Mientras tanto, trabajemos con responsabilidad difundiendo veganismo y nada menos que veganismo, en lugar de pretender que otros carguen con una responsabilidad que solo nos corresponde a nosotros. PD: Soy consciente de que probablemente escribiendo esta entrada he infringido uno o varios artículos del Código Deontólogico. Si el blog desaparece de pronto, es que me han cogido y me han enviado a la cárcel, por vegana radical y hablar en contra de mis compañeros.
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«El veganismo es en verdad la afirmación de que en donde haya amor la explotación debe desaparecer.»
- Leslie Cross, vicepresidente de la Vegan Society, 1951. Autora
Veterinaria y vegana. Una difícil combinación en los tiempos que corren. Libro
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