Una publicación en Facebook antes de la emisión de «Stranger Pigs», el programa de Salvados dedicado a la industria cárnica, ya me hizo sospechar que me iba a decepcionar: afirmaban que no están en contra de la industria cárnica. Si no estás en contra, es que la apoyas, o, al menos, permites que ciertas prácticas se sigan realizando. Creo firmemente que en estos casos no puede haber medias tintas: o te diriges hacia el veganismo, o eres cómplice de la total falta de ética en nuestra sociedad. Menuda vorágine. Han sido intensos estos últimos días tras la emisión del programa. Casi no daba abasto leyendo artículos y las reacciones de la gente en redes sociales. Por primera vez he tratado seriamente de entrar en algún debate sobre veganismo y aportar argumentos convincentes para hacer pensar. Y la verdad es que es agotador. Es tan fácil perder la compostura, es tan fácil ceder al insulto… porque hay tanta ceguera, tantas personas que dan la espalda a la realidad, tanta falta de empatía en el mundo, que te preguntas constantemente si toda esta lucha servirá para algo. 14 000 cerdos sacrificados en un solo día, en un solo matadero. Y hay 90 000 granjas de cerdo en España, la gran mayoría intensivas. Hasta hace poco yo era reticente a utilizar la expresión «holocausto animal», pero las cifras hablan por sí mismas. Y lo que más duele es la indiferencia. Cuando ves el programa tienes la impresión de que a nadie le importa. La mayoría de la gente es inmune a los chillidos de miedo de los cerdos cuando llegan al matadero, o eso parece, no sea que les tachen de extremistas si muestran un poco de compasión hacia ellos. Viven inmersos en un sistema que les ha convencido de que necesitan comer carne para vivir, que la muerte de todos esos animales es necesaria para la supervivencia de la especie humana, que la existencia de tales lugares como granjas de porcino llenas de «monstruos» deformes por abscesos y hernias es un mal necesario. Sin embargo, la principal preocupación de la mayoría de la gente, según lo que he visto en las redes, no son los animales. Solo es la probabilidad de que animales tan enfermos como esos lleguen a su plato. No es suficiente con saber que son tratados rutinariamente con antibióticos que producen resistencias en humanos. No es suficiente con saber que los piensos que les dan solo van destinados a engordarlos lo máximo posible en el menor tiempo posible. O que esos cerdos, mamíferos sintientes y con una inteligencia igual a la de un niño de cuatro años, viven solo seis meses, una vida de miseria llena de sufrimiento. Pero en su corta vida, quizá se hayan comido a alguno de sus congéneres. Luego, tú te comes su carne. Una carne que, procesada tal y como la elaboran en El Pozo, aumenta significativamente el riesgo de sufrir cáncer. Pero paso a analizar el programa en sí. Personalmente me decepcionó mucho, como a la mayoría de los animalistas que conozco. Es comprensible que Jordi Évole se viera sometido a ciertas presiones de la industria cárnica y que eso le obligara a medir mucho sus palabras, pero debería haber ido mucho más allá. Creo que las imágenes que salieron de la granja, grabadas por la ONG Igualdad Animal no son nuevas. Las hemos visto antes. Servirá para remover la conciencia de una o dos personas que vean el reportaje y busquen más información sobre la realidad de la producción animal, pero poco más. Esto es un fenómeno explosivo del que vamos a estar hablando esta semana y luego se olvidará, como otros escándalos parecidos. Las autoridades son expertas en enterrar este tipo de escándalos en unos segundos, por cierto. No interesa. El problema, en mi opinión, es que el programa puso demasiado énfasis en poner a El Pozo en el punto de mira, cuando las asociaciones animalistas y santuarios saben perfectamente que este no es un caso aislado, que lo que vimos en esa granja son las prácticas habituales del sector. Me he hartado a leer comentarios tipo «Pues ya no voy a consumir más productos de El Pozo», o «Hay que hacer boicot a esta empresa». Y no, eso no va a solucionar nada. De todo el reportaje, nos vamos a quedar con las desagradables imágenes de los pobres cerdos encerrados en ese infierno, y vamos a obviar una serie de mensajes mucho más importantes que se dieron a lo largo del programa. Entrevista con el eurodiputado de Equo, Florent Marcellesi. Habló de la problemática de la industria cárnica desde su perspectiva ecológica, evidentemente, pero es que ese es uno de los aspectos básicos del veganismo. Nadie ha parecido captar el mensaje. La ganadería industrial es una de las principales causas del cambio climático, de la deforestación, de la sequía, de contaminación de tierra y acuíferos por purines. Matamos millones de animales al año para producir carne que no necesitamos para sobrevivir. Estamos destruyendo el planeta solo porque algunos valoran más el placer de tomarse una hamburguesa que el futuro de sus nietos. La mayoría es tan egoísta que solo piensa en sí mismo, en el día de hoy, y no quiere ni escuchar que su consumo de carne es lo que va a llevar al planeta a su ruina, entre otras cosas. Situación de los trabajadores de los mataderos. Pura esclavitud en pleno siglo XXI, para mantener unos precios irrisorios en un producto del que podemos prescindir y que además es perjudicial para nuestra salud. Muy pocos hicieron referencia a esta situación. Muchos dirían que no se debería dar tanta importancia al maltrato animal que todos pudimos ver, frente a la precariedad laboral de los trabajadores. Pero desde mi punto de vista, todo se reduce a lo mismo: una falta de ética más que evidente entre los empresarios. Si no les importa la vida de sus empleados, ¿realmente puede haber gente que piense que les importa la vida de los cerdos en las granjas, que son la materia prima con las que elaboran sus productos? Y, por supuesto, si le dices a un consumidor de carne que es él el que está pagando a esos trabajadores por matar animales para que él pueda comer, te acusarán de vegano extremista. Creo que en una sociedad avanzada nadie debería pagar a nadie para matar a seres vivos inocentes. Pero, claro, yo soy una soñadora, como me han acusado también esta semana. Entrevista con el veterinario Alfonso Senovilla. Su testimonio también pasó bastante desapercibido. En las redes sociales parece que de pronto todo el mundo parece saber mejor que él en qué condiciones viven los animales en las granjas y cómo son tratados en los mataderos. También se pasó por alto que fuera vegano. ¿Realmente un veterinario se haría vegano si supiera que no hay ningún problema, ya sea ético o sanitario, en el consumo de carne y otros productos animales? Como veterinaria, tengo sentimientos encontrados. Por una parte, me produce mucha tristeza. No puedo evitar sentirme identificada con él. Vi en sus ojos que le quedaron muchas cosas que decir, que lleva en su alma un dolor desgarrador que quizá le lleve a la depresión. Un día escribiré un artículo sobre esto, pero estoy empezando a pensar que ser veterinario y vegano es incompatible. Si amas realmente a los animales, no puedes dedicarte a la veterinaria, tal y como está hoy el mundo. Yo he renunciado a mi profesión porque ejercerla suponía romper demasiados de mis códigos morales. He podido hacerlo porque alguien me mantiene económicamente. Si no, quizá habría acabado como Alfonso Senovilla. Por otra parte, me siento orgullosa de él. Yo no sería capaz de hacer lo que él hace. Y es lo suficientemente valiente como para afirmar sin tapujos lo que está ocurriendo en las granjas. En este artículo, publicado ayer mismo, vuelve a describir todo aquello que la gente no quiere aceptar. Da igual que se lo pongas delante de las narices, da igual que como veterinario les cuentes cuál es tu día a día en la industria cárnica, cómo las leyes no se cumplen para nada. Se levantará un muro más alto, pero la gente seguirá comiendo carne, por no querer ver la realidad, como muy bien plasmaba el gran Paco Catalán con una de sus últimas viñetas. Pero mucho más triste es comprobar cómo tus propios compañeros de profesión se han convertido en un engranaje más del sistema, en cómo son víctimas también del especismo. Lo veo en AVATMA (Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y el Maltrato Animal). Me pregunto cuántos de ellos serán veganos, pero por sus comentarios, no creo que muchos. Y cuando dicen que quieren abolir el maltrato animal, parece que eso no incluye el querer abolir la muerte de los animales de granja. Justifican su posición diciendo que al menos los veterinarios podemos garantizar el bienestar animal. Y yo me pregunto: ¿cómo? En el programa se ven las pruebas. Los veterinarios inspectores son funcionarios. Son pocos y no pueden vigilar de verdad qué se hace en las granjas. Con 90 000 granjas porcinas en España, si hubiera realmente veterinarios trabajando en inspección sanitaria, posiblemente no habría paro entre los veterinarios. Pero claro, esa no es una de las prioridades de la Administración ahora mismo. Y de todas formas, el bienestar animal no es la cuestión. La cuestión, que en ningún momento se mencionó en el programa de Évole, es que la producción animal no es ética. Eso es lo que propugna el veganismo. El veganismo busca erradicar todas las formas de explotación animal. El bienestarismo no soluciona nada, solo limpia las conciencias de aquellos que creen justificable el uso de animales en su beneficio. Más abajo describo otro ejemplo de lo que opinan algunas compañeras veterinarias. Montse Castañé, coordinadora obrera sindical. Si alguien reflejó en qué punto se encuentra nuestra sociedad respecto al veganismo, es esta señora, que pasará a la historia por decir: «Dame un cuchillo y un cerdo y te hago un muñeco de nieve». Esto denota una falta total de empatía por el sufrimiento de un ser vivo. Esto es un claro signo de psicopatía, pero no voy a hacer yo aquí un diagnóstico psiquiátrico a la ligera. Lo que sí es obvio es que esto muestra el grado de insensibilidad al que hemos llegado. En nuestros días descuartizar un cerdo recién asesinado es sinónimo de hacer arte. ¿Quizá la mujer intenta justificarse al ser perfectamente consciente de que es parte de una industria cruel y despiadada tanto con los animales humanos como los no humanos? Después de todo, la tauromaquia también es considerada un arte, no iba a ser ella menos… Pues bien, de los cientos de comentarios que me he leído estos días, solo dos hacían referencia a ello. A nadie le ha parecido preocupante, nadie se ha llevado las manos a la cabeza, a nadie le llama la atención que una persona se sienta feliz siendo un engranaje más de la sociedad perturbada que hemos creado. Lucha por los derechos de los trabajadores. A los cerdos, que les den. Yo, la verdad, es que no tengo palabras para describir la desolación que me produce saber que vivo entre seres humanos enfermos, seres humanos incapaces de sentir la mínima lástima por seres que sufren desde que nacen hasta que mueren, tanto humanos como no humanos. Intervención de Igualdad Animal. Me gustaría darles un gran aplauso y todo mi agradecimiento a los activistas de esta organización. Muchos podrían pensar que sin ellos no se sabrían estas cosas, o que sin ellos, no habría un interés real en denunciar estas prácticas ni en promover el veganismo en España. Lo cierto es que no es necesario hacer este tipo de «investigaciones» para que la gente conozca el tipo de prácticas que tienen lugar en un matadero. Como su nombre indica, en un matadero se matan seres que están vivos, tienen intereses propios y no quieren ser «sacrificados» para servir de comida a nadie. El que crea que algo humanitario ocurre en estos sitios, está equivocado. No es necesario mostrar imágenes de maltrato, porque lo realmente importante es cuestionarnos si la utilización de los animales no humanos en nuestro beneficio es moral. Las cosas cambiarán cuando los humanos rechacen la explotación animal por sí misma, no la explotación en buenas condiciones. Comentarios sorprendentes en redes sociales. Bueno, quizá me han resultado sorprendentes porque llevo poco tiempo siendo vegana activista. Cuando el blog tenga cinco años de historia ya me habré acostumbrado y estaré aburrida. Por lo poco que he visto, los argumentos en contra del veganismo son siempre los mismos, y de ellos vamos a hablar bastante en el futuro. Los no veganos se encargan de repetirlos una y otra vez hasta la saciedad, pero es lógico, es lo que les han enseñado desde niños. Destaco estos dos: «¿Qué pasaría si mañana todo el mundo fuera vegano? Los animales de granja se extinguirían.» Era la primera vez (aunque poco después me encontré con la segunda) que escuchaba a alguien utilizar el mismo argumento que los aficionados a la tauromaquia. ¿En serio puede alguien creer que debemos seguir criando y matando animales porque si no, se extinguirían? ¿Realmente a alguien que no le importa un bledo la vida de un ser vivo, le va a importar cuando esté muerto? «Es peor consumir frutas y verduras, que son tratadas con plaguicidas de todas clases, y en las fruterías se utilizan raticidas para eliminar ratas y otros animales.» Los productos fitosanitarios que llegan a las frutas y verduras no ecológicas se eliminan fácilmente lavándolos con un poco de agua. Los hospitales están llenos de personas omnívoras con cáncer de colon y otras enfermedades producidas por consumo de alimentos de origen animal, no de veganos intoxicados con plaguicidas. Eso sin hablar de que la producción animal no es ética, por supuesto. Al menos los veganos no pagamos por la muerte de seres vivos para comer. Primer intento (fallido) de activismo dialéctico. Pero personalmente lo que más me duele es ver el grado de cerrazón mental que presentan compañeras de profesión, de las cuales cabría esperar algo más de empatía, o si no, algo más de capacidad de razonamiento. Veterinarias que consumen carne alegremente y aún así son capaces de afirmar sin ningún pudor que ellas sí aman a los animales (ver excusa número 1). Otro ejemplo más del lavado de cerebro al que se nos somete en esta sociedad. Por desgracia, la universidad ha dejado de ser un lugar donde te enseñan a pensar por tu cuenta para ser un lugar donde te convierten en un robot que repetirá las mismas absurdas afirmaciones hasta el infinito sin rastro de pensamiento crítico. Este primer intento de activismo no lo busqué yo. Vino provocado porque una de mis «amigas» de Facebook, casualmente veterinaria que no ejerce, como yo, posteó una imagen de una página de ganaderos animando al consumo de carne de cabrito. Yo al principio me limité a decirle que no me parecía oportuno ese tipo de publicidad de la industria cárnica al menos durante esta semana tan delicada. Le dije que las cabras también quieren vivir y no necesitamos su carne, por muchas vitaminas que tenga. Su respuesta fue que ella conocía una granja de cabras donde eran muy queridas y muy bien tratadas. Eso sí, todos los cabritos que nacen son sacrificados porque si no la explotación no sería rentable. Son muertes inevitables. Seguidamente, vino un compendio de varias de las excusas más frecuentes entre los no veganos, así que me dediqué a refutarlas una a una, no me venía mal empezar a practicar. Por fin me reconoció que no quería dejar de comer carne porque le gusta su sabor y su cuerpo se lo pide, así que mi conclusión fue que para ella su paladar es más importante que la vida de seres inocentes y que tal vez, si su cuerpo se lo pide, es lo mismo que les pasa a los drogadictos que necesitan heroína. La conversación civilizada acabó ahí, como era de esperar. Reconozco que aquí pude haber puesto un ejemplo mejor, me lo apunto para la próxima. Resulta que se sintieron ofendidas por compararla con un drogadicto (cuando yo me estaba refiriendo solo al efecto de la carne en el cuerpo), y me dijeron que les había faltado el respeto por insinuar que son malas personas sin ética y que comer crías de cabra que desean vivir no es aceptable moralmente (esto es suposición mía, porque a pesar de que les pregunté varias veces en qué momento les había faltado el respeto, no me contestaron, excepto por el tema de la adicción a la carne). Después, hubo un instante en que temí que vendrían a mi casa a tirarme cabritos degollados por encima de la valla, a pesar de que ellas, ya varios miembros del mismo clan familiar defendiéndose de mis intentos por imponer mis creencias sobre todo no vegano que se me cruce por la calle, decían respetar mi opinión, a la par que me instaban a cerrar mi perfil de Facebook por postear comentarios en publicaciones compartidas por una amiga que hacen publicidad de la industria cárnica. Pero yo mantuve la calma hasta el final y les dejé un gran artículo por si querían reflexionar. No creo que lo hayan hecho, la verdad. Pero al menos lo intenté. Ya no somos «amigas» del Facebook, como era de esperar. Aunque si he de ser sincera, fui yo la que acabó la relación. Me cansé de sentirme acusada de cosas que no había hecho ni dicho, me cansé de leer cosas sin sentido, y no quería seguir viendo imágenes de felices cabritillas junto a trozos de cadáveres de su progenie, ni tampoco imágenes fomentando el consumo de leche de cabra. La producen para sus crías, no para los humanos, por si alguien no lo sabe. Realmente me sorprendió que personas que supuestamente aman a los animales y que por eso son veterinarias (como ellas mismas afirmaron) no fueran conscientes de su propia disonancia cognitiva. Me sorprendió que personas que supuestamente han recibido formación científica no fueran capaces de ver por sí mismas que no hay ninguna diferencia entre un perro y una cabra en cuanto a su capacidad de sufrimiento se refiere. Ven absolutamente normal que una cabra tenga que ser inseminada constantemente para parir a sus crías y asesinarlas poco después porque si no, no sería rentable la explotación. Me aseguran que están en contra del maltrato animal y que son antitaurinas, pero no ven ningún tipo de maltrato animal en comer cabrito. Me dicen que debo respetar su opinión, y que sus razones para comer carne son la cruda realidad, no el mundo ideal que yo quiero crear, algo totalmente imposible. Además, personas con formación científica me dicen que no se puede sobrevivir solo con verduras, como a mí me gustaría en ese mundo ideal. Me acusan de haberlas atacado, cuando en realidad fue ella la que instantáneamente sintió la necesidad imperiosa de justificar su consumo de carne ante un nimio comentario de una persona que ni siquiera mencionó el veganismo. Y creen que pueden ofenderte diciendo que deben irse porque se les enfría el chuletón. Que las respete y yo seré respetada, dicen. Yo les dije que si tanta importancia daban al respeto, respetaran la vida de seres inocentes. Sospecho que no harán caso de mi petición. Después de todo soy una vegana extremista que solo quiere imponer mi opinión sobre ellas. En momentos como ese es cuando te preguntas si estás hablando son personas adultas razonables o si estás dando una clase en un aula de primaria. Te preguntas si estás perdiendo el tiempo hablando con personas víctimas del sistema que ya han perdido toda capacidad de observar y razonar por sí mismas, de distinguir si algo es moralmente aceptable o no, si está bien tratar a unos bien y a otros mal en función únicamente de su especie. Y si tú se lo muestras, se lo toman como un insulto. Intentar dialogar con este tipo de personas va a ser mi función, si decido seguir en este camino que he emprendido de educar a la gente sobre el veganismo desde el respeto y sin perder la paciencia. Que alguien me dé ánimo en los comentarios. Lo voy a necesitar, sobre todo después de leer cosas como esta: Desde la Real Escuela de Avicultura consideramos que, como sector avícola, tenemos que ser transparentes, enseñar a la sociedad los altos grados de bienestar animal que hemos alcanzado en el manejo de nuestras gallinas, pollos y aves en general, y continuar avanzando en conseguir el mejor manejo y sacrificio para convencer al 90% de la sociedad. Es difícil incluir tanta hipocresía es tan poco espacio. Pero esto ya es otra historia…
Hasta aquí mi breve análisis de «Stranger Pigs», en mi opinión una gran oportunidad desaprovechada para difundir la filosofía del veganismo, aunque sin duda, habrá atraído a algunas decenas de personas al «lado oscuro», al lado «talibán» de aquellos que amamos a los animales y luchamos por un mundo mejor. Eso siempre es bueno. ![]()
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«El veganismo es en verdad la afirmación de que en donde haya amor la explotación debe desaparecer.»
- Leslie Cross, vicepresidente de la Vegan Society, 1951. Autora
Veterinaria y vegana. Una difícil combinación en los tiempos que corren. Archivos
May 2022
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